Ese día tenia mis sentimientos a flor de piel. Un solo roce de tu cuerpo con el mio era capas de inyectar una dosis de adrenalina y deseo, y eso lo sabias bien. Llegue deseosa de verte y abrazarte pues te eche de menos esos días que no te vi, tus brazos me rodearon y apretaron fuertemente contra ti y me sentí plenamente feliz. Platicamos de cosas que nos habían pasado, bromeamos y jugamos. Y luego basto un par de besos para dejar atrás todas las palabras. Empezamos a comunicarnos con caricias que gritaban el deseo que sentíamos el uno por el otro. Tus labios junto con tus besos marcaron cada parte de mi cuerpo como un territorio ya conquistado. En tu mirada había fuego y tu cuerpo loco me lo demostraba con cada chispa que me provocaba dentro. Sentía mi corazón latir tan rápido como un guepardo que persigue a su presa y solo se podía sentir que el amor se incrementaba cada vez mas. No podía pensar, no había nada en mi mente; yo era todo sentidos era todo vivido, en cada fibra nerviosa de mi cuerpo podía sentir el amor que por primera vez experimentaba mi carne, mis sentimientos y mi alma. Leía en tus labios cada vez que pronunciabas un te amo que no escuchaba, pero vaya que si lo sentía y vaya que si me gustaba. Poco a poco comencé a sentir que ese fuego tuyo comenzaba a quemar mi cuerpo desde adentro, el calor hacia que mi sangre burbujeara en mi cabeza y golpeara mis oídos, mis pensamientos fueron bloqueados por mis sentidos y mi corazón latía a punto de explotar. De pronto todo fue como una explosión, como un volcán en erupción o como los fuegos artificiales mas asombrosos y ruidosos que jamas haya visto en mi vida. Después una masa de piel mojada cayo sobre mi cuerpo, diciendo cuanto me amaba mientras acariciaba mi cabello, le di beso y abrazándolo lo acurruque en mi pecho. Fue allí cuando comprendí donde era mi lugar en el mundo.

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